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En ocasión de su visita a Malargüe, en 1846, el
Gobernador Pedro Segura vio la necesidad de radicar población en la zona.
Recurrió a los indios Pehuenches, a los que otorgó en merced un extenso
territorio para que se establecieran con sus toldos y ganados. A fin de mantener
un nexo permanente entre los aborígenes y el Gobierno se designó, en calidad
de Capitán de Amigos, a don Juan Troncoso, una de cuyas primeras medidas fue
construir un recinto amurallado y edificar en su interior viviendas para él y
unos pocos milicianos que lo acompañaban. Las convulsiones políticas de la
provincia hicieron que los planes con respecto a los aborígenes se olvidaran.
Los Pehuenches, abandonados a su suerte, regresaron a Chile. En 1870, parte de
esas tierras fueron compradas por un particular. El nuevo propietario reparó
las deterioradas construcciones levantadas por el Capitán Troncoso y agregó
otras, lo suficientemente sólidas como para repeler los ataques de los
bandoleros que asolaban la región. Del Fortín, destruido por un incendio en
1881, se conservan restos de los muros de tosca, que permiten inferir
parcialmente el recinto original, y una habitación pequeña. El temor al
bandolerismo era la razón por la cual las estancias fortificaban sus cascos,
que pasaron a ser conocidos popularmente como "fortines".
MOLINO: Lo mismo hizo el Tte. Cnel. Rufino
Ortega, en 1875, en su propiedad de Cañada Colorada, a la que pertenecía el
molino harinero que aún se conserva a la entrada de la Villa de Malargüe :
tiene un depósito alargado, con techo a dos aguas, vinculado por una tobera con
la sala de molienda, de mayor altura. Su construcción es de adobe de acentuado
tono rojizo, debido al color de la tierra del lugar. El molino era accionado por
las aguas de un canal próximo, del que sólo quedan ruinas.
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