SALTA
Y SU HISTORIA
Histórica.
Generosa. Colonial. Pródiga. Atractiva y singular. En sus comienzos,
Salta fue mar; el cerro San Bernardo conserva fósiles marinos de
casi 500 millones de años. Los dinosaurios dejaron sus huellas
en varios puntos del territorio provincial, donde anduvieron hace 65 millones
de años. Mil años antes de Cristo vivieron agricultores
sedentarios; las cuevas de Guachipas y las piedras de Tastil no dejan
lugar a duda. A fines del 1400 llegó la influencia del poderoso
Imperio Inca y con la posterior aparición de los españoles
se inició la historia más reciente. Los terratenientes,
contemporáneos de Martín Miguel de Güemes -héroe
salteño en las luchas por la Independencia-, dejaron su impronta;
aún hoy se conservan las casas que ocuparon, todas convertidas
en museos. En el Norte, los pueblos originales de esta región -coyas,
chorotes, wichis y guaraníes- siguen defendiendo sus posesiones.
Este es el sustento de la Salta actual, abierta a los ojos del mundo.
Porque tiene todo. Y porque quiere y puede.
Cuando en el 1500,
los españoles llegaron a estas tierras, sabían que la aventura
de poblarlas había comenzado cientos de años antes. Pero
quizás, nunca imaginaron tantos.
Tenían como referencia los primeros documentos de piedra, preincaicos,
tales como las piedras sagradas de Tastil, las pinturas rupestres de Guachipas
o las ruinas de Tolombón, o de la presencia del Imperio Incaico
-1463-1471-, como los 23 mil kilómetros de Caminos del Inca, las
ruinas de Incahuasi o las Ruinas de Payogasta. Tenían que escuchar
palabras desconocidas: vocablos de origen quichua o quechua, el idioma
de los Incas, muchas de cuyas palabras o expresiones aún están
presentes en el lenguaje cotidiano de buena parte del Noroeste Argentino.
Una existencia imposible de ignorar la de los Incas. Tan decisiva como
sorprendente. Tan pasado como presente, si se tiene en cuenta el último
hallazgo de tres niños momificados -dos mujeres y un varón-
en la cima del monte Llullaillaco, en marzo de 1999, motivo de estudio
de los principales investigadores de alta montaña del país
y del mundo. Salta es la provincia argentina que tiene la mayor cantidad
de momias.
Pero los testimonios que encontraron los españoles remitían
a una historia más remota aún que, después se supo,
llevaba los vestigios humanos hasta 12 mil años atrás. Las
investigaciones arqueológicas sitúan la aparición
de grupos de agricultores sedentarios, el trabajo en cerámica y
la domesticación de animales entre el año 1.000 antes de
Cristo hasta el 650 de nuestra Era.
Recientes estudios han permitido determinar en 717 millones de años
de edad de las rocas más antiguas de Salta, atravesadas por otras
más antiguas aún, en las que se encontraron, a su vez, huellas
de organismos fósiles correspondientes a antiquísimos invertebrados
marinos ("trilobites", entre otros muchos), de casi 500 millones
de años. Hoy se pueden encontrar durante una saludable caminata
por el cerro San Bernardo, (imponente vigía de la ciudad de Salta)
y de huellas de la existencia de dinosaurios, de 65 millones de años
de antigüedad, en el Valle del Tonco, (Parque Nacional Los Cardones);
en la Quebrada del Toro; cerca de Alemanía; en El Bordo y, los
de descubrimiento más reciente, en el cañón del río
Juramento, (a su vez, verdadero paraíso del "rafting").
Más adelante en la historia, entre el 900 y el 1450 de nuestra
Era, apareció el urbanismo, la agricultura intensiva y un extraordinario
desarrollo de la metalurgia. Estas culturas son las que entraron en contacto
con el Inca y luego con el español: tolombones, pulares, calchaquíes,
chicoanas, quilmes, luracataos y cachis. Todas, ramas de un tronco común:
la cultura diaguita. El Museo de Antropología conserva evidencias
de aquella determinante presencia cultural; allí se pueden ver
piedras, restos de armas, vasijas, adornos, etcétera. En el Museo
de Ciencias Naturales se puede admirar parte del paisaje que acompañó
la evolución de los pueblos que habitaron esta zona.
A los españoles y a los criollos no les resultó nada fácil
la disputa con los aborígenes por el dominio de estas tierras.
La ciudad de Salta estaba recién fundada; para defenderla de seguras
incursiones indígenas, construyeron lo que denominaron "puesto
de avanzada y vigilancia". Es el Fuerte de Cobos que, pese a ser
incendiado en uno de los ataques, todavía hoy conserva parte de
la estructura original.
Hernando de Lerma -un sevillano de 37 años- eligió el Valle
de Salta para fundar la ciudad, en abril de 1582. Tuvo algunos "indios
amigos" y aprovechó esa ventaja para crear defensas naturales
en torno del pequeño caserío asediado por los "aborígenes
hostiles". Los años sucesivos fueron muy difíciles.
Salta crecía, y su importancia en el medio del camino entre Buenos
Aires y Lima, era cada vez más decisiva. Había que controlar
la frontera Norte del país de las invasiones cuando en la Patria
los aires libertarios se respiraban por todas partes. Entonces apareció
la excepcional figura de Martín Miguel de Güemes y sus gauchos,
temibles por su coraje y habilidad para luchar entre los montes y los
cerros. Uno de los héroes que recuerda la historia argentina, y
orgullo de los salteños, quienes todos los 17 de junio -fecha de
su muerte- lo recuerdan con un imponente desfile de gauchos frente al
Monumento que lo recuerda, en la ciudad Capital. Y, si de orgullo se trata,
a poco más de cincuenta kilómetros de la Capital, se puede
visitar la histórica Posta de Yatasto, donde se reunieron los generales
José de San Martín, Manuel Belgrano y Martín Miguel
de Güemes.
A más de cuatro siglos de su fundación, Salta es hoy una
simbiosis de la historia y de su paisaje; de herederos aborígenes
y españoles, quienes conservan y se identifican por grupos de pertenencia
según costumbres y rituales, algunas compartidas, otras no. Sólo
cuatro etnias mantienen hasta hoy su organización tribal en la
provincia de Salta: wichi, chorotes, chané y chiriguanos.
Allí están, todavía desafiando al tiempo y a la modernización
de la ciudad Capital, pero repletas de historia, las casas de Martín
Miguel de Güemes, de Arias Rengel, de Leguizamón, de Hernández,
de Uriburu, o el Museo "Pajarito" Velarde, o el Cabildo Histórico
o la Casona de Castañares.
Y como parte de la historia que llega hasta nuestros días, palpable
a través de los edificios, están las iglesias, símbolos
de una fuerte presencia religiosa que se fue consolidando con el paso
del tiempo. Para el asombro, en Salta se pueden visitar la Catedral Basílica,
las Iglesias de San Francisco y La Viña, el Convento de San Bernardo,
en la Capital, y las iglesias de Molinos, San Carlos o Cachi, en las localidades
del mismo nombre, entre las más renombradas del interior. Pero
por encima del rico acervo material, nativos y visitantes no pueden sustraerse
ante el fenómeno de fe popular que motivan, sin distinción
de ningún tipo, el Señor y la Virgen del Milagro, los patronos
espirituales de esta provincia.
La Salta actual se gestó en las entrañas de aquella Salta
histórica. Y, si se admite que el pasado es el comienzo del presente,
la perspectiva histórica resulta decisiva para intentar comprender
la actual. El paisaje urbano y rural son las aristas más vigorosas
de la personalidad de esta provincia pródiga y bella hasta la emoción.
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